jueves, 10 de abril de 2008


San Marcelino Champagnat:
Fundador de los Hermanos Maristas
El Padre Champagnat hizo de la comunidad de los primeros discípulos una verdadera familia. Compartió en todo la vida de los Hermanos en La Valla y en el Hermitage, y se desvivió totalmente por ellos. Sabéis, les decía, que sólo respiro por vosotros; que no existe ningún bien que no pida a Dios cada día para vosotros y no esté dispuesto a conseguíroslo a costa de los mayores sacrificios. (C. 49)1840: muere Marcelino en el Hermitage1961: Introducción de la causa de canonización del hermano Cipriano José y 21 hermanos más muertos en España en 1936.

Durante los cincuenta y un años de su vida, Marcelino Champagnat trabajó, consumiendo sus fuerzas hasta el agotamiento, para afianzar su familia religiosa de educadores. Vivió la experiencia de la Cruz, con innumerables decepciones, dificultades, y obstáculos, pero mantuvo firme su esperanza y su ideal. Cuando murió, el 6 de junio de 1840, esta familia contaba con 290 Hermanos distribuidos en 48 escuelas primarias.

El Hermano Francisco y los primeros Hermanos continuaron su obra con entusiasmo. Con un espíritu de fe y celo apostólico similares, sus sucesores la han extendido a los cinco continentes. Nosotros, como educadores maristas, compartimos y continuamos el sueño de Marcelino de transformar las vidas y la situación de los jóvenes, particularmente los menos favorecidos, ofreciéndoles una educación completa, humana y espiritual, basada en el amor personal por cada uno de ellos. (MEM 29-30)
Formador de jóvenes apóstoles
Marcelino manifestaba un interés personal por cada uno de sus jóvenes Hermanos, les guiaba espiritualmente, les animaba a prepararse adecuadamente, y les confiaba responsabilidades apostólicas. Visitaba sus escuelas y acompañaba a cada Hermano en su misión como maestro y catequista.

Inspiró en ellos una espiritualidad apostólica sustentada en la idea de la presencia de un Dios amoroso y fiel, en un compromiso de vida que tenía a María como modelo y Madre, y una actitud fraternal vivida en comunidad. Les presentaba el amor de Jesús en Belén, la Cruz y el Altar, no sólo como motivo de meditación personal sino como recuerdo de que estaban llamados a manifestar ese mismo amor en la tierra. El amor que Marcelino sentía por los pobres es un modelo para aquellos que responden al nombre de “Marista”.

Marcelino elaboró un sistema de formación permanente que incluía tanto teoría como experiencia práctica y que se basaba en la comunidad. Especialmente durante los primeros años, las vacaciones de verano se aprovechaban para mejorar los conocimientos de los Hermanos y sus métodos educativos mediante el trabajo individual y por grupos, exámenes y conferencias.
Estableció un sistema similar para la formación de responsables, especialmente los directores de las escuelas, en áreas como la administración, la contabilidad, el ejercicio de la corresponsabilidad, la relación con los otros hermanos, y el trabajo en consejo o en equipo.
Nosotros continuamos su proyecto educativo
Durante los cincuenta y un años de su vida, Marcelino trabajó, consumiendo sus fuerzas hasta el agotamiento, para afianzar su familia religiosa de educadores. Vivió la experiencia de la Cruz, con innumerables decepciones, dificultades, y obstáculos, pero mantuvo firme su esperanza y su ideal. Cuando murió, el 6 de junio de 1840, esta familia contaba con 290 Hermanos distribuidos en 48 escuelas primarias.
El Hermano Francisco y los primeros Hermanos continuaron su obra con entusiasmo. Con un espíritu de fe y celo apostólico similares, sus sucesores la han extendido a los cinco continentes. Nosotros, como educadores maristas, compartimos y continuamos el sueño de Marcelino de transformar las vidas y la situación de los jóvenes, particularmente los menos favorecidos, ofreciéndoles una educación completa, humana y espiritual, basada en el amor personal por cada uno de ellos



No hay comentarios: